No importa la edad, el sexo o el número de veces que se haya acudido al médico de cabecera. Si en los 365 días que se dibujan en la agenda no figura la palabra oftalmólogo u oculista, se corre el riesgo de que no se detecten a tiempo los principales problemas oculares, por lo que el tratamiento se puede complicar tanto en los más jóvenes, ante un diagnóstico como el ojo vago, o adultos que se enfrentan a un glaucoma o cataratas. Por eso es fundamental cuidar la vista, uno de los sentidos más sensibles al paso del tiempo, mediante la prevención. Para ello sólo hay que planificar las visitas regulares al oftalmólogo, que serán bianuales en las primeras etapas de la vida y anuales si hay que tratar un defecto visual o si se ha rebasado la franja de los 40 años. Un examen integral y periódico de la vista que incluya pruebas de agudeza visual, un estudio del fondo de ojo y otras exploraciones en función de la alteración a tratar previene enfermedades oculares graves y son la vía para frenar su evolución. Con este fin, los oftalmólogos descartan y tratan los posibles trastornos oculares de acuerdo a cada edad.
lunes, 15 de octubre de 2012
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